martes, 9 de octubre de 2007

Guadalupe Cisneros-Villa-Monterrey- Hora oncena





Viene de puntillas sobre las aguas negras
enrollada en su crespón, encorvada,
lentamente se acerca.
Va tocando por las callejuelas tambores,
su escalofriante melodía,
estruja el conjunto de ideas.
Y sus manos huesudas
degollaron la margarita en jardín.

Con su olor se alborotan las venas
revolotean y se estallan
en los cristales de un abismo.
Mientras respinga del seto el lobo estepario,
logra devorar la medula en sus colmillos
aquel ser reoca,
deposita sus baratijas en le costal sin asiento.

La fiebre usurpadora
descarada se ensancha del tallo;
hace brotar la sangre por los ojos y la boca
ahí, sofoca despiadada en la almohada las coyunturas.

Aquella malévola llega a la cama
se inclina y chimuela sonríe
con sus labios sulfúricos me besa; pone sello.
Teje trenzas en el pelo,
calienta la cabeza,
susurra al oído blasfemias
vela con devoción sobre mi último suspiro.

Acompañada sólo del recuerdo y la pluma
escribo en el charco sangriento un verso.
¡Oda a la palabra que ahora no tengo!


2 comentarios:

Ricardo Serna dijo...

Guadalupe

La poesía nos une y entrega
su alma... te felicito
por este hermoso poema

Ana Muela Sopeña dijo...

Guadalupe, me encanta este poema.

Es hermoso e impactante.

Un abrazo enorme
Felicitaciones
Ana