
Caminaba hacia el santuario
lentamente y angustiada.
En sus manos el rosario;
adornada, enamorada.
Ante un altar iba hincada
con su pena y pelo suelto,
daba a voces la balada,
entre aquel dolor envuelto
Rezaba con velas, luces,
por el hombre del desierto,
buscaba en pared de cruces,
que su anhelo fuese cierto.
Los ojos que la embrujaron
una noche, primavera,
los labios que la besaron
aquella vez que él se fuera.
Largos han sido los días;
gozo ni alegría existen,
las eternas tardes frías,
ambas de luto se visten.
Anda por aquel camino
la carreta que le trajo,
esta sola sin destino,
y con su ser cabizbajo...
¡Ven carreta de madera!
Tráele el amor vedado
que de pesar no se muera
con ansias lo ha esperado.

1 comentario:
Guadalupe
Da gusto contar contigo... con tu magnífica poesía, querida amiga
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