
Una esperanza me basta para traspasar la muerte
Como el aire que respiro
y me envenena de ausencia y de nombrarte,
de sofocar la lluvia de mis ojos
cada vez que te evoco como una aparición
Como un suspiro interminable
o acaso un nudo
que retiene mi garganta en puntos suspensivos
me dueles
Mas allá del verso que aún no escribes
donde habitamos sin preguntar los porqués,
ni el cuando ni el cómo,
debajo de la piel
A borbotones y gotas
cuando no sé si habitaré un día en tus pupilas,
en tu rostro adivinado cada noche
donde conjugo los verbos en infinitivo
Como una costumbre masoquista,
en un idioma desconocido que hurga en sus cuerdas
alguna sílaba que consuele mi oído
me dueles
A volapié,
arrebatadamente,
como duelen las 12 de la noche,
las seis de la mañana en donde busco,
la forma de tu verbo,
irresoluto,
como agua removida
De saberte adivinando la tersura de mi beso y mi costado,
de hablar de tierra y mundo
y querer que corras ávido de puertas y ventanas,
de verte prolongado como quién espera la vida o la muerte
En el verso que aún no se signa,
como unos dedos repasando las cartas,
desmayadas y tendidas sobre la mesa
me dueles
Una esperanza me basta para traspasar la muerte,
vuelo de razones es mi pecho,
donde suspira el mundo y se detiene,
cada vez que te sueño.

2 comentarios:
Leticia
Las esperanzas están presentes y
nos dan la fuerza para vivir.. maravillosa poesía
Excelente, Leticia.
Te dejo un abrazo
Ana
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